La cura freudiana desde su basamento hacia una clínica psicoanalítica eficaz.

Dr. Héctor Alberto Krakov

 

1– Introducción

 

Volver a pensar la cura psicoanalítica es, de modo indiscutible, una tarea que nos compete particularmente a quienes ejercemos el psicoanálisis clínico. No cabe ninguna duda que se han escrito una enorme cantidad de trabajos teóricos y técnicos desde que Freud nos legara su Obra. A pesar de lo cual, llamativamente, la problemática acerca de “la cura” sigue siendo un tema sin resolver.

Estimulado por este interrogante, he decidido exponer en este trabajo mi posición acerca del cambio psíquico con psicoanálisis. Para ello, voy a ofrecer inicialmente, la propuesta que nos ofreciera Freud para incluir, por último, mi propia perspectiva sobre la eficacia clínica del psicoanálisis.

2- ¿En qué consiste la cura analítica?

 

André Green, el autor más citado en la bibliografía de la IPA, después de Freud, fue quizás quien pudo expresar este interrogante con mayor nitidez. Tituló < ¿De qué se trata?> la conferencia que ofreció en Milán, luego del 42◦ Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional de Niza. Decía allí: “Hemos logrado llegar a la luna, a descifrar el código genético, a descubrir un rincón del misterio en lo que concierne a lo infinitamente grande y a lo infinitamente pequeño. Y, sin embargo, seguimos siendo, para nosotros mismos, misteriosos desconocidos, eso ante lo cual nos ubica la experiencia psicoanalítica todo a lo largo del tiempo. Y mientras reflexionamos, ya sea en nuestro sillón escuchando a los pacientes o ante nuestra mesa de trabajo para preparar una conferencia, no dejamos de preguntarnos: “¿De qué se trata?”. (Green, A. 2001)

Retomaba de ese modo una reflexión que Lacan expuso en el Seminario 24 (Lacan, J. 1977) ya al final de su obra: “Todavía estoy para interrogar al psicoanálisis sobre la manera en que funciona. ¿Cómo es que constituya una práctica que incluso es algunas veces eficaz?”.

Por su parte, Juan David Nasio, en su libro. “Sí. El psicoanálisis cura” (Nasio, J.D. 2017) mencionaba este problema del siguiente modo: “Esta pregunta que nos hacemos después del último apretón de manos y una vez que la puerta se ha cerrado tras esa persona que ya no será más nuestro paciente es la siguiente: ¿qué pasó para que ahora esté bien? Al final de cada terapia que alcanza el éxito, me hago siempre la misma pregunta y nunca puedo responderla cabalmente. Así el mejor lema que puede adoptar un psicoanalista se inspira en el célebre adagio de Ambroise Paré: <Yo lo asistí, Dios lo curó>. De esta manera quisiera proponerle el aforismo que me guía: Yo escucho a mi paciente con toda la fuerza de mi inconsciente como psicoanalista, pero es lo Desconocido lo que lo cura”. [Tanto la negrita como la itálica son del original].

Desde mi perspectiva, la tensión conceptual que existe entre el título del libro < ¡Sí! El psicoanálisis cura > y la postulación final <Yo lo asistí, Dios lo curó> expresa con plenitud la dificultad en poder definir con precisión como cura el psicoanálisis.

 

3- Método y cura en la teoría freudiana.

 

El abordaje con el que tanto Freud como Breuer trataban los cuadros de histerias de conversión era, inicialmente, bajo un modelo cuantitativo. En su condición de neurólogos, pensaban que los síntomas estaban determinados por una cantidad de afecto retenido, que se había transformado en inervación somática. Suponían, por ejemplo, que los pacientes no habían podido reaccionar adecuadamente frente a una ofensa padecida durante un evento social o frente a una autoridad, cuyo resultado terminaba siendo la conversión somática. <<La histeria es una anomalía del sistema nervioso que descansa en una diversa distribución de las excitaciones…un excedente de estímulo es distribuido por representaciones conscientes e inconscientes. Todo cuanto varíe la distribución de las excitaciones dentro del sistema nervioso es capaz de curar perturbaciones histéricas…en parte de naturaleza física, en parte directamente psíquicas>> (Freud; S. Histeria. 1888. Volumen I: 63).

 

Por esa razón intentaban que los pacientes, al tratarlos, se ubicaran nuevamente en la escena en la que habían comenzado los síntomas y los estimulaban a que pudieran reaccionar emocionalmente de forma ampulosa, sin restricción(1). La técnica se denominaba “catártico abreactiva”. [Freud, S. Trabajos sobre hipnosis y sugestión (1888-92)].

En ese período, Freud se había interesado también en los tratamientos de los pacientes histéricos que se realizaban en el Hospicio de la Salpètrieré, de Paris, bajo hipnosis. Por esa razón concurrió personalmente, durante un breve tiempo, al Servicio del Profesor Charcot para participar de tal experiencia.

Había quedado deslumbrado por la personalidad de Charcot, tanto como por el comportamiento que los pacientes tenían con él. << Si el hipnotizador dice: “Usted ve una serpiente, usted huele una rosa, usted escucha la música más bella”, el hipnotizado ve, huele o escucha lo que le pide la representación que se le instiló. (…) Entonces se observa que él ha visto y oído como vemos y oímos en el sueño: ha alucinado.” (Freud, S. Tratamiento psíquico (tratamiento del alma). 1890. Amorrortu editores. Volumen I: 126-127).

Lo había impactado, en particular, la conducta de los pacientes a partir de la sugestión post hipnótica. Los enfermos recibían la orden de realizar determinada acción una vez despiertos, al mismo tiempo que se les indicaba olvidar todo lo sucedido durante el trance hipnótico. El enfermo realizaba efectivamente la acción que se le había ordenado, y si se le preguntaba por qué la estaba realizando, ofrecía como respuesta una racionalización banal, sin vinculación con la orden recibida.

Sin lugar a duda, la experiencia en la Salpètrieré le demostró a Freud la existencia de un funcionamiento psíquico “otro”, que se hacía evidente cuando se dejaba de lado el funcionamiento racional-consciente. Y que claramente se aproximaba a su investigación sobre los sueños.

 

Luego de su experiencia en la Salpètrieré, Freud comenzó a utilizar de forma cada vez más frecuente la sugestión hipnótica. En los tratamientos intentaba que el afecto, que había devenido en inervación somática, pudiera conseguir una vía de expresión. Había confirmado empíricamente que los síntomas reemplazaban a procesos psíquicos sofocados, porque una vez que el enfermo hacía su catarsis la inervación somática desaparecía. A partir de ese momento, durante la hipnosis, les ordenaba a los pacientes olvidar el hecho traumático.

¿Por qué fracasó la técnica sugestiva realizada bajo hipnosis? Una primera razón consistió en que los síntomas, desde el punto de vista etiopatogénico, estaban multi determinados y el médico durante la hipnosis conseguía prohibir el efecto de sólo una de las varias líneas que participaban en su producción. Por otro lado, en lo concerniente a la sugestión en sí, al estar la cura sustentada en la orden de olvidar, con el reforzamiento represivo que implicaba, los síntomas reaparecían cuando se debilitaba la influencia de la autoridad médica sobre el paciente.

Freud, más adelante, lo va a mencionar textualmente: “Si abandoné tan pronto la técnica sugestiva y, con ella, la hipnosis, es porque dudaba de poder hacer una sugestión tan fuerte y resistente como se requería para una curación duradera”. (Sobre psicoterapia. 1905 [1904]. Amorrortu editores. Vol. VII: 250).

Es indudable que aspectos de la experiencia con Charcot se conservaron en la técnica analítica que terminó creando. Por ejemplo: a) la influencia de la personalidad del hipnotizador, formando parte de la transferencia positiva sublimada, b) el uso del diván, con la finalidad de que el paciente se encuentre en una situación similar a la de la hipnosis, sin estar dormido.

 

4- El giro copernicano.

 

Al dejar de utilizar la hipnosis creó un método para producir efectos terapéuticos sin necesidad de poner a los pacientes en trance hipnótico. La consigna para los pacientes consistía en que mencionaran las ocurrencias e imágenes que les surgían espontáneamente, cuando en la sesión estaban a la búsqueda del recuerdo olvidado(2).

“Al comienzo les ordenaba a los enfermos acostarse y cerrar los ojos deliberadamente para <<concentrarse>>, lo cual ofrecía al menos cierta semejanza con la hipnosis; de ese modo hice la experiencia de que, sin mediar hipnosis alguna, afloraban nuevos y más remotos recuerdos que con probabilidad eran pertinentes para nuestro tema” (Estudios sobre la histeria. (Breuer y Freud) 1893-95. Amorrortu editores. Vol. II: 275).

Cuando las resistencias a recordar eran muy intensas recurrió a un artificio técnico: “Anticipo al enfermo que le aplicaré enseguida una presión sobre su frente; le aseguro que mientras dure esa presión y al cabo de ella, verá ante sí un recuerdo en forma de imagen o lo tendrá en el pensamiento en forma de ocurrencia, y lo comprometo a comunicarme esa imagen o esa ocurrencia, cualquiera que ella fuere”. (…) “Luego presiono durante unos segundos la frente del enfermo situado ante mí, lo libro de la presión, y le pregunto con tono calmo, como si estuviera descartada cualquier decepción: << ¿Qué ha visto usted? O, ¿<<Qué se le ha ocurrido>>?” (ibid. pág. 277).

 

5- La regla fundamental del análisis

 

Progresivamente se fue delineando la técnica analítica, que finalmente mantenemos en la actualidad, a partir de generar “la regla fundamental del análisis”.

“(…) lo comprometo a la única condición de la cura—la de decir todo cuanto se le pase por la cabeza, aunque le resulte desagradable, aunque le parezca nimio, o que no viene al caso o es disparatado—y que le dejo librado a escoger el tema con el cual quiere inaugurar sus comunicaciones. (A propósito de un caso de neurosis obsesiva. Freud, S. 1909. Amorrortu editores. Vol. X: 127-128)

 

– Regla fundamental y atención (parejamente) flotante para el médico: “(…) se puede formular así: <<Uno debe alejar cualquier injerencia consciente sobre su capacidad de fijarse, y abandonarse por entero a su <<memoria inconsciente>> o expresado esto en términos puramente técnicos: <<Uno debe escuchar y no hacer caso de si se fija en algo>>. (Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. Freud, S. 1912. Amorrortu editores. Vol. XII:112).

(…) diga pues todo cuanto se le pase por la mente. Compórtese como lo haría, por ejemplo, un viajero sentado en el tren del lado de la ventanilla que describiera para su vecino del pasillo como cambia el paisaje ante su vista. (Sobre la iniciación del tratamiento. Freud, S. 1913. Amorrortu editores. Vol. XII: 136)

 

6- Hacer consciente lo inconsciente

 

Con el método analítico en marcha quedó afirmado que un psicoanalista, al ofrecerle una interpretación a un paciente, le estaba otorgando una representación preconsciente similar a la que este tenía en su inconsciente. El modelo, por tal razón, lo denominaba de “doble inscripción”. Freud pensaba, en ese momento, que el efecto terapéutico se producía porque la carga que investía la representación inconsciente se trasladaba hacia la recién incluida con la interpretación, con lo cual se terminaba cumpliendo el postulado central para la cura psíquica: “hacer consciente lo inconsciente”.

Sin embargo, como los síntomas reaparecían, el propio Freud avanzó en la comprensión conceptual de lo psíquico, y sustituyó el modelo de doble inscripción por otro, en el cual el mecanismo de represión estaba en el centro de la escena.

Para sostener el cambio ofreció una postulación teórico-técnica fundamental: con la doble inscripción los pacientes tenían consciencia de la representación dada con la interpretación, por tratarse de un registro auditivo, pero mantenían inconsciente la representación de lo vivenciado. En sus palabras: <<En realidad, la cancelación de la represión no sobreviene hasta que la representación consciente, tras vencer las resistencias, entra en conexión con la huella mnémica inconsciente. Solo cuando esta última es hecha consciente se consigue el éxito>>. [Lo inconsciente. Freud, S. 1915. Amorrortu editores. Vol. XIV: 171.]

 

7- La definición de inconsciente

 

Pasa a ser de fundamental importancia ubicar cuál es su definición de inconsciente. En La interpretación de los sueños Freud ya la había postulado: <<Y aun es una particularidad destacada de los procesos inconscientes el permanecer indestructibles. En el inconsciente a nada puede ponerse fin, nada es pasado ni está olvidado… Una afrenta ocurrida treinta años antes produce sus efectos ahora como si fuera reciente, después que se procuró el acceso a las fuentes de afecto inconscientes. (La interpretación de los sueños. Freud, S. 1900. Amorrortu editores. Vol. V: 569).

Si bien a partir de 1912 nos ofrecería nuevamente una definición de inconsciente, que va a mantener a lo largo de la Obra: <<Las mociones inconscientes no quieren ser recordadas, como la cura lo desea, sino que aspiran a reproducirse en consonancia con la atemporalidad y la capacidad de alucinación del inconsciente. (Dinámica de la transferencia. Freud, S. 1912. A.E. Vol. XII: 105).

Me importa resaltar aquí lo que postula: en los tratamientos analíticos se va a producir una afrenta actual [transferencial], frente a la cual el paciente va a reaccionar como cuando padeció una similar treinta años antes. Esa es la noción de atemporalidad que va a caracterizar a lo inconsciente en los tratamientos de psicoanálisis. Donde, a la condición de atemporalidad le agrega “la capacidad de alucinación”. El inconsciente se pone en acto, se escenifica.

 

8- Un hallazgo clínico crucial

 

A partir de sostener el concepto de represión en la formación sintomática, descubrió clínicamente que no era necesario que los pacientes recordaran el momento traumático que pudo haberla generado, ya que aparecían en las escenas que se actualizaban en el vínculo transferencial con el analista. Dejó de ser necesario que el paciente recuperara el recuerdo de lo ocurrido, porque la repetición con el analista, “en acto”, era el modo que tenía el paciente de recordar. Utilizó para esa escenificación el término alemán agieren. Tenía el valor de una pantomima; la consideraba el carácter de mímica de una representación psíquica.

Expongo dos fragmentos de sus trabajos técnicos, en los que menciona explícitamente el agieren:

-“… el enfermo (…) quiere actuar {agieren} sus pasiones, sin atender a la situación objetiva {real} (…)”. (Dinámica de la transferencia. Freud, S. 1912. A.E. Vol. XII:105)

-“(…) el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido. No lo reproduce como recuerdo sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace”. (Recordar, repetir y reelaborar. Freud, S. 1914. A.E. Vol. XII:151-152)

Quedó establecido, a partir de ese momento, un abordaje técnico fundamental que mantenemos hasta nuestros días. Lo que el paciente consiga modificar, en el vínculo con el analista, se va a trasladar a su vida cotidiana; y ese será el beneficio del tratamiento analítico para cada paciente.

 

9- El vencimiento de las resistencias activas del paciente

 

Tiene sentido recordar que Freud propuso cinco tipos de resistencias: tres del Yo [del beneficio secundario de la enfermedad, de transferencia y de represión]; una del ello [la viscosidad libidinal] y una del Superyó [amenaza y castigo].

Son resistencias porque se oponen a que el Yo consciente se ponga en contacto con un sector de la personalidad de los pacientes, en el que están vigentes y activas mociones pulsionales de un pasado infantil con valor anacrónico para su vida actual.

Las resistencias, en el plano clínico, remiten al mecanismo de represión a nivel metapsicológico. Por lo cual, a partir de las resistencias se pueden inferir las representaciones inconscientes en juego.

Desde esta perspectiva, es clara la noción de resistencia en función de las contrainvestiduras que el yo erige en relación con los puntos de fijación, de las que resultan: asco para lo oral, vergüenza para lo anal, y culpa para lo fálico.

 

10- ¿Cómo se cancela la represión?

 

Sabemos que la actividad modificadora de un tratamiento se consigue haciendo consciente lo inconsciente. Y vimos que había una diferencia fundamental entre la representación oída con la interpretación y la que existía en el paciente como <<recuerdo inconsciente de lo vivenciado>>.

 

En función de las definiciones de inconsciente, con sus características de atemporalidad y capacidad de alucinación, el paciente va a vivir en su análisis una “afrenta transferencial actual” de un modo similar a la que padeció treinta años antes “como si el tiempo no hubiera pasado”. Y dado que el inconsciente tiene capacidad de alucinación, la temática se va a presentificar en acto con el analista en sesión. Por tal razón la técnica de análisis consistía, para Freud, en mostrarle al paciente que lo vivido en transferencia, correspondía a un pasado olvidado.

Dos menciones, en trabajos técnicos, dan cuenta de su posición frente a la cura:

 

– “En esas circunstancias el médico no tiene más que esperar y consentir un decurso que no puede ser evitado, pero tampoco apurado. (…) En la práctica, esta reelaboración de las resistencias puede convertirse en una ardua tarea para el analizado y en una prueba de paciencia para el médico”. (Recordar, repetir y reelaborar. Freud, S. 1914. A.E. Vol. XIV: 157).

–“Tal como se puede ver en los análisis, luego de atravesar todos los estratos psicológicos, el deseo del pene y la protesta masculina parecieran constituir la

<<roca de base>>; lo que le pone un término a la actividad analítica. Quizás debiera ser así porque, para lo psicológico, lo biológico constituye el <<basamento rocoso subyacente>>”. (Análisis terminable e interminable. Freud, S. 1937. A.E. Vol. XXIII: 253).

En el primer párrafo, hay que contar con la paciencia del analista para esperar el resultado de un trabajo psíquico que debe realizar el paciente con las interpretaciones que recibe en las sesiones. En el segundo caso, ya al final de la Obra, en tanto lo biológico es “la roca viva” que le pone un término a la actividad analítica, se arriba a la bisexualidad constitucional como límite; un “non plus ultra”(3). Se trataría de la envidia del pene en la mujer y la protesta masculina en el varón (el rechazo a ser poseído sexualmente por otro hombre).

Llegados a este punto, parece comprensible que esté en cuestión la modificación clínica con psicoanálisis. Si miramos como fue profundizándose la teorización en psicoanálisis, la dirección fue cada vez más hacia lo primitivo: del Edipo tardío, al Edipo temprano, al psiquismo fetal, a lo soterrado, encriptado, lo no representado. Y de allí, en los últimos años, a la neurociencia. Esta dirección en la investigación se sustenta en dos vertientes. Por un lado, en la propuesta freudiana en la que lo pulsional es el motor de la vida psíquica. A la que se agrega, como herramienta metodológica del paradigma vigente, la causalidad lineal determinista: lo anterior y simple explicaría lo posterior y complejo. Esta orientación hacia “lo inicial” nos posicionó científicamente en un punto que nos impide avanzar. Terminamos confrontados con el cuerpo erógeno en calidad de “basamento rocoso subyacente”.

 

11- Hacia la eficacia clínica del psicoanálisis

 

Si bien las ideas que voy a proponer se gestaron en los últimos 30 años, fue recién entre el 2005 y el 2015 que las pude ubicar conceptualmente. En el primer caso, constan en una secuencia gráfica, online, que denominé “Mismidad y otredad. Categorías teóricas de una metapsicología ampliada” (2005). Y en el segundo caso, en el texto de mi Tesis doctoral “Anclaje subjetivo en pacientes tratados psicoanalíticamente en pareja”. (Krakov, H. 2015).

Utilizo en mi conceptualización la noción de <Tres espacios psíquicos>: Lo intra, inter y trans subjetivo. Corresponde a un concepto muy potente aportado originalmente por la Dra. Janine Puget (Puget, J. 1987, 1988). Ya no se trataría solo de la relación Mundo externo-mundo interno, como la teorización clásica propone. Sino que era posible concebir en la vida psíquica, la inscripción simultánea en tres espacios. De allí decantan tres diferentes sujetos: un sujeto de la pulsión (o del deseo), un sujeto de los vínculos y un sujeto de la cultura.

Mi aporte a la teoría de la triple espacialidad incluye pensar que los otros significativos están representados en la vida psíquica en su condición de tales, por derecho propio. Se imponen discursivamente y nos ubican en una determinada “posición sujeto”, en su doble significación: nos otorgan subjetividad y es también a quienes quedamos sujetados, amarrados. El establecimiento “en exceso” en dicho lugar implicará un “anclaje subjetivo”. De ese modo, termina siendo nuestro “lugar en el mundo”, desde el cual les otorgamos sentido a los intercambios con los otros.

Así, el contenido de lo mental estaría conformado por escenas en las que el sujeto y los otros serían habitantes naturales, y protagonistas de lo psíquico.

A su vez, a diferencia del sujeto del inconsciente, de raigambre lacaniana vinculada a la pulsión sexual, propongo otro concepto, que denomino Sujeto inconsciente. Sostengo que estamos habitados por un “sujeto en devenir”, que esta obstaculizado en su despliegue. Lo considero en línea con el Spaltung freudiano, en tanto división de la personalidad psíquica, y también con la noción de verdadero self propuesta por Winnicott.

El sujeto inconsciente habita a quienes solicitan tratamiento, y sostengo que la razón por la que los pacientes nos convocan tiene como finalidad la remoción de los obstáculos que impiden su anhelado despliegue [aunque los propios pacientes conscientemente no lo sepan]. Es, desde esta perspectiva, que los tratamientos de análisis tendrían un sentido prospectivo.

Conjugada con la idea de sujeto inconsciente, postulo que “la tramitación psíquica se realiza en acto con otro”. Con lo cual, junto con el agieren, mencionado previamente, retomo un concepto del basamento freudiano acerca de la tramitación psíquica: “Tramitar psíquicamente es transformar una vivencia actual en un recuerdo depotenciado” (Freud, S. 1896).

Considero que la captura a través del pensamiento de aquello a tramitar psíquicamente ocurrirá en sesión en un momento posterior a la puesta en acto.

 

Diferencio lo que llamo “psicoanálisis aplicado” del “psicoanálisis clínico”. En el primer caso, se aplica la teorización psicoanalítica para “leer” un texto. Puede ser un argumento teatral, el contenido de una novela o el intercambio, entre paciente y analista en una sesión. Tiene como característica distintiva el ser estático, ya que los personajes representan, simbólicamente, siempre a los mismos. En cambio, en las sesiones el material es dinámico. Rota, de modo tal, que los distintos personajes planteados por un paciente en sesión serán a veces encarnados por él mismo y en otras por el analista, bajo la metáfora de un carrusel. Concibo que es de este modo que el psicoanálisis “trabaja”, ya que en función de las propuestas que los pacientes nos hacen, a veces nos tocará encarnar a alguno de los otros significativos y otras al propio sujeto en análisis.

El sujeto inconsciente está siempre activo, y tiende a dirimirse en las relaciones interpersonales. Cuando un paciente comienza un análisis, dichas conflictivas se irán concentrando insensiblemente en el vínculo analítico. Es por ello que el sujeto inconsciente se va a hacer presente a través del proceso analítico de cada paciente, desde el cual nos “hablará con su decir y hacer en sesión”. Remarco que es también “con el hacer”, no solo con el decir, porque considero que “la puesta en acto en sesión” (agieren) va a implicar fenómenos identificatorios.

La tramitación psíquica puede ser pensada, así, en dos tiempos. Inicialmente, se hará a través de actos transferenciales con el analista. Y, recién en un segundo momento, se podrá abarcar lo puesto en acto a través del pensamiento reflexivo.

La precondición para el cambio psíquico ocurrirá cuando los pacientes, en las situaciones que se repiten en transferencia, encarnen al “otro” con quien se estableció la situación original, y nos ubiquen a los analistas en “su lugar” en la escena.

La modificación psíquica será efecto de la apropiación subjetiva que haga el paciente de un determinado “hacer del analista” en transferencia. Me estoy refiriendo a la apropiación de un hacer con palabras(4), diferente de la respuesta que el paciente tuvo hacia el “otro”, en el momento en que se instaló la escena original.

El apropiarse subjetivamente de este “hacer distinto” va a permitir, como consecuencia del des anclaje y la mudanza subjetiva que conlleva, que la escena se desarticule y pierda vigencia. Remarco que esta apropiación no es una nueva identificación, esta vez con el analista. Se trata, bajo el efecto transferencial implícito, que el paciente consiga “des identificarse” del “otro significativo” de la repetición vigente en su vida psíquica, lo que le va a permitir desanclarse del lugar desde el cual participaba en la escena.

Subrayo un aspecto central a considerar. Los pacientes no están en condiciones de realizar una mudanza subjetiva por cuenta propia. Por ejemplo, reflexionando sobre el lugar de su anclaje, o a través de comprensiones desde el proceso secundario. Lo considero así porque la escena incluye también al otro, razón por la cual va a ser necesario que se “encarnen” ambos personajes. El “hacer del otro”, en este caso el analista en el lugar del paciente para desactivar la repetición y favorecer la mudanza subjetiva, tiene un valor fundamental.

En síntesis: postulo que el cambio psíquico se realizará en transferencia, a través de un determinado “hacer” del analista. El paciente debiera poder apropiarse de este actuar diferente en “escena”, al servicio de la mudanza subjetiva.

¡Estoy convencido que de este modo podemos disponer de un psicoanálisis clínicamente eficaz!

 

Notas

 

1 Anna O., la inaugural paciente de Josef Breuer, había “bautizado” el tratamiento como <<talking cure>> (“cura de conversación”) bajo el humorístico formato de <<chimney sweeping>> (limpieza de chimenea). Estudios sobre la histeria (Breuer y Freud); (1893-95). Vol. II: 55)

2 El modelo asociativo es similar al que terminó utilizando para el análisis de los sueños. Les proponía a los pacientes tomar separadamente las imágenes oníricas, y les solicitaba sobre cada una de ellas las ocurrencias espontáneas que les surgían.

3 La leyenda dice que “Non plus ultra” es la expresión que Hércules grabó en el estrecho de Gibraltar

para indicar que no había tierra más allá; que ahí terminaba el mundo conocido.

4 Tomo como referencia al filósofo John Austin, en sus conferencias “Cómo hacer cosas con palabras” (1962). Diferencia las formulaciones declarativas de las realizativas. Las primeras son descripciones o explicaciones. Ejemplos del segundo tipo serían: lego este reloj; los declaro marido y mujer; bautizo este barco. Quien lo enuncia lo dice verbalmente, si bien al mismo tiempo lo está haciendo.

 

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