La capacidad de estar a solas, la preocupación por el otro y la revuelta íntima
Fabián Actis Caporale 1
Resumen
Se trata del enfoque psicoanalítico de un relato literario en el que un niño atraviesa el
proceso de desilusión para, acompañado por una figura materna que lo sostiene, ir
construyendo su capacidad de estar a solas. Luego de recibir las frustraciones propias
del proceso de desilusión va desplegando su agresividad, logrando sentir culpa por
atacar aquello también amado; va haciéndose responsable de su agresividad
transformándola así en preocupación. Son estos procesos los que se describen en este
trabajo como fundamentales para la subjetivación, y que son motivo del abordaje en el
tratamiento psicoanalítico cuando se encuentran obstaculizados.
Palabras Clave
Estar a solas – preocupación por el otro – subjetivación
Cabría decir que la capacidad del individuo para estar a solas depende de su aptitud
para asimilar los sentimientos suscitados por la escena originaria. En esta escena, el
niño percibe o imagina una relación violenta entre los padres y, si se trata de un niño
normal, de un niño que es capaz de dominar lo que en ella hay de odio y ponerlo al
servicio de la masturbación, entonces la asimilación no ofrecerá problemas.
La capacidad de preocuparse está basada en la capacidad de asumir la
responsabilidad por sus impulsos instintivos.
¨El desarrollo de la capacidad de preocuparse por el otro”
D.W. Winnicott
Se recomienda la lectura previa del libro “Donde viven los monstruos” M.Sendak.
Versión digital https://youtu.be/l7TV3h5IY1c
1Psicoanalista. Ex integrante de la Fundación Referencia Buenos Aires. Docente invitado del Programa
de Actualización en Psicoanálisis con niños y adolescentes (UBA; Dr. R.Rodulfo). Co-coordinador del
Área de Niñez y Adolescencia, integrante del Área Pensando desde Winnicott de la AEAPG. Autor en
diversas publicaciones psicoanalíticas relacionadas con niños y adolescentes.
factiscaporale@yahoo.com.ar; Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
I – Ideas en diálogo
A partir de la propuesta del Congreso de la AEAPG del año 2022 que nos invita a poner
al “Psicoanálisis en diálogo”, quisiera a través de la Literatura examinar algunos
procesos que encontramos frecuentemente en la clínica. El Psicoanálisis ha tendido
puentes desde hace mucho tiempo relacionando sus postulados con los de esta disciplina
tal como lo ha hecho Freud al citar con frecuencia autores como Goethe, Shakespeare,
entre otros. Del Psicoanálisis contemporáneo, algunas ideas me resultan especialmente
afines para acompañar estas reflexiones. En principio las de J. Kristeva quien desarrolla
extensamente la relación entre ambas disciplinas (Kristeva, 2002) y que motiva la
noción de “literacura”, neologismo con el que J. Pérez Arias alude al potencial curativo
de la literatura (Pérez Arias, 2004). Kristeva plantea que mirados psicoanalíticamente,
los textos literarios son modos de revisitar vivencias y escenas interiores relacionadas
con la búsqueda de aquello perdido. Es desde esta idea que puede comprenderse el
placer que nos generan los textos. La lectura sería entonces una narración compartida
que nos habilita a resignificar la búsqueda de un espacio psíquico en el que recuperar el
amor perdido a través de experiencias íntimas que intentan la renovación psíquica una y
otra vez (Kristeva,1998). En una línea afín, la colega Yolanda Gampel (presentación
AEAPG Metáfora, representación y transformación de Abril 2021)(Gampel, 2021)
comentaba acerca de su proyecto de escribir un haiku para cada uno de sus pacientes a
modo de síntesis poética que expresara aquello que tiende a escurrirse del vínculo
analítico . Ideas como estas resuenan en tramos de mi propia práctica. En efecto, en mi
experiencia clínica en aquellos relatos en los que el diálogo analítico construye un
nuevo sentido, abre una nueva configuración que reordena el mundo interno, surge un
placer novedoso y percibo una cierta belleza que refleja lo que tiende a escapar de la
posibilidad de representación. También me apoyaré en la siguiente afirmación de
Kristeva (Kristeva, 1994. 72): "Procuraré integrar en los ámbitos del arte y de la
literatura, concebidos como experiencias, la noción de cultura-revuelta.…” A los fines
de este trabajo no abordaremos este concepto en sí mismo, sino que tomaremos una idea
que está enmarcada en él, que es la de revuelta íntima (Kristeva, 1997), un modo de
aludir al proceso de elaboración psicoanalítica que realiza una transformación del
sufrimiento psíquico -vivencia sintomática de exclusión en términos de la autora- en un
motivo de cuestionamiento y posibilidad de búsqueda de nuevos horizontes subjetivos.
Plantea Kristeva que
“El psicoanálisis y la literatura son la misma
cosa. Salvo que una publica, y la otra guarda su
descubrimiento para vivir mejor. Pero es la
misma dinámica psíquica, que consiste en barrer
todo lo que es palabras cansadas y modos de vida
aburridos, contar un nuevo aliento, cambiar el
modo de hablarse a sí mismo y de nombrar las
cosas y ligarse a los otros (…) me esforzaré por
introducir la noción de experiencia” (Kristeva,
2016)
La idea de experiencia conduce, en consonancia con planteos de Winnicott, a pensar
que lo nodular del trabajo analítico está puesto en la encarnadura de la transformación
más que en aquellos procesos intelectuales que la distancian de lo pulsional.
Es así que en busca de la renovación del entusiasmo como instrumento terapéutico
fundamental, intento bucear en las razones que hicieron obstáculo en cada uno de mis
pacientes. Y en esa búsqueda me encuentro con los compañeros de ruta que mencioné.
Todos confluyen en la importancia que otorgan a la noción de “experiencia” y a la
renovación del entusiasmo como eje y esencia del psiquismo.
Y mucho de eso encontré en una obra literaria que me permite entrecruzar mi práctica
clínica con los caminos de la literatura. Se trata del libro titulado “Donde viven los
monstruos” de Maurice Sendak. El título original es “Where the wild things are” que
puede traducirse también como ¨Allí donde está lo salvaje¨. Interesante diferencia de
traducción que podremos retomar.
(Llegados a este momento voy a compartir pantalla para invitarlos a leer juntos el libro
“Donde viven los monstruos”)
II – Max y sus monstruos. La clínica
El narrador inicia el relato con Max, el niño que con un gesto de desagrado prepara su
espacio para desplegar una escena de agresivas “travesuras”. En ellas, vistiendo un traje
de lobo, golpea una pared con un martillo, sin miramiento para con el daño que produce.
Desde la visión winnicottiana que plantea que la represión de la agresividad es más
dañina para la sociedad que su desarrollo y elaboración (Winnicott, en Lacruz, J. 2013),
vemos que Max despliega pulsiones imprescindibles para el funcionamiento adecuado
de un aparato psíquico vital. Tan imprescindible es como necesario su acotamiento y
desvío del riesgo mortífero de su satisfacción directa.
En una página posterior y seguramente en un intento por detener las travesuras, la
madre de Max lo llama “¡MONSTRUO”! Comenzamos a ver allí cómo el proceso de
desilusión está en juego. Pero ¿cuál será su recorrido? ¿Hasta dónde llegará ? ¿Y cómo –
en el sentido que le otorga Laplanche al término (Laplanche en Bleichmar, S. 2001)- lo
metabolizará Max? Lo pulsional agresivo del niño no cede, y responde: “¡TE VOY A
COMER!”. Los aspectos canibalísticos y hostiles se despliegan. ¿Podremos pensar allí
en la presencia de aquellas mociones pulsionales en las que la incorporación oral
canibalística predomina como modalidad previa a los procesos identificatorios iniciales?
¿Y podemos pensar que se encuentran en juego en este niño los sentimiento ligados a
una elaboración de la escena originaria? El odio y lo erótico se ponen en juego
conflictivamente dando como resultado el surgimiento de vivencias monstruosas,
desconocidas, ante las que Max va creando un nuevo posicionamiento interno.
En relación a la expresión ¨ TE VOY A COMER!¨ haré una breve referencia a la noción
y al movimiento cultural ¨antropofágico” desarrollado por Oswald de Andrade. Según
Benedito Nunes (1) (Benedito Nunes, en su Introducción al Vol. 6 de las Obras
Completas) la estética antropofágica incluye una metáfora, un diagnóstico y una
terapéutica. Este planteo nos resulta muy interesante clínicamente. Por mi parte aplicaré
este mismo esquema para pensar la conflictiva planteada por Max ante las directivas
maternas.
A lo antropofágico presente en la frase TE VOY A COMER! lo considero como
metáfora del odio de Max ya que al mismo tiempo que quiere destruir aquello frustrante
lo necesita para poder contar con algo desde donde partir. Pero contar con algo no
significa mantenerlo intocado ni sacralizarlo sino abrir la posibilidad de una
regeneración vitalizante. Este modo de satisfacer la descarga pulsional, de poner en
juego la agresión, da cuenta de un salto cualitativo con el que logra cumplir con las
condición de satisfacer la descarga agresiva ¨cruda” junto al cumplimiento de la
condición de construir valor de mensaje, de elaborar una comunicación humana,
subjetivada.
Al aspecto diagnóstico lo podemos encontrar si pensamos al “TE COMERÉ !” como
una evidencia del rompimiento de un vínculo madre-hijo idílico, es decir con la
inclusión de la agresión y el consiguiente riesgo de ruptura del vínculo.
Y finalmente lo antropofágico consideramos que propone una terapéutica ya que el
alivio de la tensión, la resolución del conflicto incluye la propuesta de la apropiación
subjetivante de aquellos elementos originalmente recibidos en bloque y al modo de una
imposición totalizadora, como ¨significantes del superyo¨ diría el psicoanalista Ricardo
Rodulfo. Así, mirados desde una perspectiva terapéutica y como dice J.Laplanche alude
a una “metabolización”, a una transformación, a un pasaje desde el deseo de la madre
hasta la huella simbólica que haya podido metabolizar el niño. Este procesamiento
simbolizante incluye como un paso muy relevante o imprescindible a la asunción del
“goce por la violencia inconsciente” al que alude Julia Kristeva como necesario para la
subjetivación. Es decir que este paso necesita incluir el saberse portador de agresión, al
tiempo que necesita construir la capacidad de reparar la propia culpa por la vivencia
agresiva que aloja. Necesita ir sabiéndose potencialmente agresivo al tiempo que
alguien con la capacidad suficientemente elaboradora y transformadora del monto de
hostilidad que conlleva estructuralmente la vida psíquica.
Pero continuemos con el relato centrándonos en el vocativo ¨monstruo”. Allí, con esa
palabra algo de Max es rechazado. En esa escena, desde lo parental en tanto
representante de la cultura, surge una oposición a las mociones pulsionales,
generándole malestar. Pero situaciones como las de Max vemos que pueden ser
encaradas encaminándolas hacia la restauración del narcisismo ofendido, pero no
derrotado. De este modo en Max se va iniciando un proceso en el que las condiciones
del ambiente -winnicottianamente comprendido- van dando lugar a la capacidad
creadora desarrollando una expresión pulsional mediatizada. Así, va abriendo la
posibilidad subjetiva de ir desplazando, de ir deslizando nuevas representaciones,
hallando nuevas palabras y modos de significar.
En esa búsqueda y con el rostro satisfecho Max, en su habitación, se deja envolver por
un despliegue de fantasías encarnadas en su recién nacido bosque. Es un bosque nacido
de la frustración pero enfrentada por una subjetividad cuyas bases narcisistas se
muestran sólidas dando lugar así a la complejización del mundo interno. Dando paso a
una parcial aceptación del mundo exterior pero también a un cierto cuestionamiento
que proviene del narcisismo y lo hace mediante una modalidad que podemos describir
como un “sí…, pero aun así…” A través de la frase del narrador que relata que “esa
noche nació un bosque” podemos pesquisar la persistente rebeldía de la singularidad,
que puede dar lugar a la creatividad del lenguaje metafórico (en la neurosis), a la
disociación (falso self) o al intento de manipulación (en la psicopatía) entre otras
posibilidades. A grandes trazos podemos decir que nos encontramos ante las opciones
del desarrollo del “mundo interno” o por lo contrario ante la tendencia al fracaso de la
complejización psíquica. Si puede emprender el primer camino se encontrará con esos
monstruos que habitan en su interior y ,al viajar en su búsqueda, irá construyendo la
capacidad de estar a solas. Esta delimitación de su subjetividad lo habilita para la
búsqueda de un nuevo lugar. Así, ante la vivencia de desilusión, buscará construir un
barco que lo lleve hacia un territorio en el que le aguardan luchas y seducciones en el
encuentro con las pulsiones-monstruos. Cuando hablo de seducciones aludo a todos los
caminos que niegan el dolor del desencuentro, o del encuentro con el otro en tanto
traumático o con ¨lo otro” pulsional.
Continúa diciendo el narrador que Max “…se marchó navegando (…) adonde viven los
monstruos”; diríamos nosotros, hacia el franco enfrentamiento con lo pulsional. Max
acepta el lugar de “monstruo” pero… desarrolla una transcripción singular de ese lugar
que se le propone. Lo acepta diciendo “sí, pero…” Y en ese “sí.., pero…” desliza la
defensa de su narcisismo y al mismo tiempo incorpora la búsqueda del acotamiento
pulsional, busca el reinado yoico sobre sus pulsiones. Pero su omnipotencia se ve
jaqueada, pasando a vivir en una zona conflictiva, en contacto con su inconsciente
monstruoso y el apremiante mundo exterior. Comienza a vivir en una zona en la que el
espacio-tiempo es trastocado y el viaje es vivido como un estar “entrando y saliendo
por las semanas saltándose casi un año hasta llegar a donde viven los monstruos”. La
convivencia con los monstruos-pulsionales le genera rechazo a juzgar por su rostro. Y
podemos pensar que le resulta complicado hacerse cargo de la sorpresa y
responsabilidad que conlleva ese encuentro y seguramente también algo de susto ante lo
“terrible” de las amenazas provenientes del recién explorado territorio. Pero la
construcción yoica de Max también entra en juego buscando amansar a esos monstruos
con “trucos mágicos” creados para tal fin (“¡Quietos!” dijo Max). Entonces Max obtiene
la ¨corona. Y cómo podríamos considerar esta obtención de la corona?. Considero que
alude a la firmeza y solidez yoica lograda ante el conflicto hace de puente con la
realidad externa restañando la herida narcisista, posibilitándole el despliegue de
fantasías de satisfacción omnipotente en su reinado.
En este marco orgiástico vemos cómo la satisfacción, el equilibrio narcisista alcanzado
le hace decir: “¡Que empiece la fiesta monstruo!” Allí la escena se amplía en la página,
la imaginación, lo ficcional cobra importancia casi desmedida. Lo jubiloso y salvaje, lo
monstruoso, lo placentero del escenario pletórico de poder omnímodo queda graficado
en el baile entre agresivo y carnavalesco, donde casi podemos sentirnos participantes de
esa fiesta de pura fantasía. ¿Podríamos suponer que tales festejos contienen entre sus
antecedentes al júbilo narcisista? ¿Podríamos reconocer en ese despliegue algo de la
omnipotencia infantil? La gráfica ampliada nos sumerge en el éxtasis fantasioso pero al
mismo tiempo sin dejar de constituirse en escena. Son escenas que transmiten vivencias
de dominio y de disfrute. Escenas ampliadas al máximo pero también acotadas por los
límites de la página que nos remite al necesario condicionamiento que caracteriza al
proceso de simbolización. La maduración emocional de Max hace que la identificación
con las restricciones parentales se instale en el superyó de manera más firme. Y ante lo
desenfrenado puede decir: “¡Se acabó!”. E identificándose con los dichos maternos los
envía “a la cama sin cenar”. Este freno se instala debido a que la negociación entre el
deseo de amor, reflejado en su querer “estar donde alguien le quisiera más que a nadie”
y lo pulsional agresivo lo conduce a una estabilidad.
El registro de la madre ambiente tranquila y cuidadora bajo la forma de “un olor a
comida rica” hace que tienda a disminuir su agresividad monstruosa¨; surge así la
preocupación por el daño que le puede ocasionar. Y ya no quiere ser más el rey del
desenfreno. Tal vez lo esté sobrevolando la culpa debido a tanta excitación agresiva.
Max logra advertir la doble faz de la salvaje pulsión-monstruo que promete la
satisfacción total al tiempo que puede significar un camino mortífero y entonces
responde “¡Se acabó!” De este modo se distancia del mundo de la descarga irrestricta
aun cuando el llamado de lo pulsional lo reclama. Y así como en un principio logró
crear un bosque y hacer un viaje ahora emprende un distanciamiento del canto de
sirenas de lo desmesurado e incestuoso. Su yo va logrando la síntesis entre la conflictiva
búsqueda de la satisfacción pulsional y la aceptación de la existencia real del obstáculo
que conlleva una negociación y elaboración intrapsíquica en el proceso de construcción
del mundo exterior. Busca reafirmarla en un largo recorrido de navegación durante “un
año y meses y días”. Este recorrido transita desde lo pulsional puro hasta la acotación
pulsional de Max por parte de la madre/padre/cultura, a través de la culpa inicial
pasando por el espacio transicional y elaborativo del ¨ir jugando¨ en el que las lianas, el
bosque, el viaje y su encuentro con los monstruos tiene lugar. Posteriormente la culpa
inicial se transforma en preocupación o ¨culpa latente” ya que Max comienza a poder
reconocerse potencialmente agresivo. Y para ampliar la importancia de la culpa y la
preocupación en el mundo interno abro un paréntesis para enfatizar el posicionamiento
de Max del “hacerse amigo del conflicto”. En “La píldora y la luna” Winnicott 2 alude a
la importancia de sostener una tensión entre la lógica y la incertidumbre que caracteriza
a lo inconsciente. Lo hace describiendo en esa tensión la posibilidad de que surjan
"sentimientos" difíciles de soportar. Tensiones entre lo claro y lo oscuro que
posiblemente nos tienten a enfocarlos desde una postura psíquica de defensa a través de
la escisión. Y hace hincapié en que el enriquecimiento de lo humano pasa por sostener
el conflicto. Otras veces habla la importancia de no resolver la paradoja- para intentar
dar lugar al aspecto del conflicto que es productor de experiencia.
Habiendo resaltado lo valioso de la profundización de las escenas conflictivas vemos en
el libro que la salvaje, casi ¨monstruosa¨ tentación de satisfacción no cede tan
fácilmente. Insiste una vez más a través de los lapsus, de las expresiones ambivalentes
de los monstruos tales como ¨te comeremos-te queremos tanto!¨. Si jugásemos a pensar
en los monstruos como las pulsiones personificadas, se nos abrirían nuevos modos de
resolver estos enigmas? Poniendo en juego sus aspectos libidinales Max desarrolla la
preocupación por esa madre-ambiente cuidadora representada por el plato de comida
caliente que, habilitando lo reparatorio de Max, lo espera. Lo aguarda alojando la
posibilidad de que su odio se transforme en proceso subjetivante -revuelta íntima, al
decir de J. Kristeva-. Travesía interior en la que ,proceso elaborativo o terapéutico
mediante, la imago de la madre suficientemente buena pasa a resultarle ya no tan hostil
dado que -luego de esa “travesía-experiencia”- puede contar con más elementos yoicos
para enfrentarla. O, más que enfrentarla, puede ir desarrollando una responsabilidad por
sus pulsiones pasando a disponer de la capacidad de transformación, de luchar una y
2 Winnicott, D.W. El Hogar, nuestro punto de partida: Ensayos de un psicoanalista
(Buenos Aires, Paidós 2006)
otra vez contra la tendencia ilusoria a la satisfacción total e inmediata. Max va
eludiendo este escollo. Puede empezar a renunciar a la idea de seguir viviendo en ese
mundo disociado, de fantaseo. Así va logrando conectarse con el alimento cuidador de
su integridad. Alimento al que, en un “ambiente suficientemente bueno”, encuentra “aún
caliente” y acogedor. Es este ambiente -con una interrogante luna similar a la imagen de
la luna presente en la escena del ¨baile salvaje- el que le facilita desplegar el aspecto
reparador y disponer de su dinámica pulsional aportándola al juego y al trabajo futuros.
III – Monstruos y elaboración
En síntesis, he ido analizando un relato literario en el que un niño atraviesa el proceso
de desilusión para, acompañado de una figura materna que lo sostiene, ir construyendo
su capacidad de estar a solas. Luego de recibir los embates frustrantes propios del
proceso de desilusión va desplegando su agresividad para ir construyendo el mundo
exterior y logra sentir culpa por atacar aquello también amado. Y finalmente puede ir
haciéndose responsable de su agresividad e ir transformándola en “culpa latente” o
preocupación por el otro.
Ahora bien, porqué estoy hablando de este cuento, que relevancia tiene para la clínica?
Les diré que este libro y el trabajo reflexivo encarado posteriormente me lleva a pensar
que en algunos trabajos clínicos con niños y adolescentes nos encontramos con que
contrariamente a la que sucedió con Max, este camino no está habilitado y entiendo que
es función de la tarea analítica desarrollar elaboraciones subjetivas que se orienten a la
construcción de estas capacidades. Es decir que nuestra tarea clínica puede ser guiada
por la pregunta acerca de cómo situarnos estratégicamente para transformar al
sufrimiento en un proceso elaborativo que a través de la revuelta íntima una y otra vez
intente crear cuestionamientos para ir dando lugar a una renovación en el modo de
enfrentar a los monstruos-pulsionales.
Referencias Bibliográficas
Bleichmar, S. (2021) “Clínica psicoanalítica y neogénesis”. Buenos Aires: Paidós
Gampel, Y. (2021) “Metáfora. Representación. Transformación” (En línea)
https://youtu.be/okBHyA5e2yw (2021, abril 7)
Kristeva, J. (1997). “La revuelta íntima”. Buenos Aires: EUdeBA.
Kristeva, J. (1994). “Sentido y sinsentido de la revuelta: literatura y psicoanálisis”.
Buenos Aires: Eudeba.
Lacruz, J. (2013). (En línea) javierlacruz.com/el_gesto_espontáneo/?p=108
Pérez Arias, J. (2005) “La literatura como cura en la obra de Julia Kristeva” (En línea)
E-Prints Complutense; eprints.ucm.es/id/eprint/5472/
Revista Ñ. (2016) Julia Kristeva: “Psicoanálisis y Literatura son la misma cosa” (En
línea) https://www.clarin.com/rn/ideas/julia-kristeva
entrevista_0_Hyj7ja52vQg.html (2016, diciembre 8)
Revista Voces y Culturas N5 1er semestre (1993) Licia Soares de Souza.
Sendak, M. (1997). “Donde viven los monstruos”. Pontevedra: Kalandraca Editora.
Versión digital ttps://youhtu.be/l7TV3h5IY1c
Winnicott D. (1994).“El hogar, nuestro punto de partida. Ensayos de un
psicoanalista”. Buenos Aires: Paidós.
Winnicott D. (2002). ”Los procesos de maduración y el ambiente facilitador: estudios
para una teoría del desarrollo emocional”. Buenos Aires: Paidós.