Con serenidad –se la advierte en su Addio* – Néstor Alberto Braunstein se despide amorosamente de sus amigos y de la vida el 7 de septiembre pasado. Con serenidad, pero con inmenso dolor, y a sólo 22 días de ese adiós, escribo estas líneas a pedido del director de Actualidad Psicológica, mi amigo Miguel Kohan.
Ha muerto un querido amigo – como lo reiteran las dedicatorias que me hizo de sus libros – un compinche (en argentino), un cuate (en mexicano), un amic (en catalán). Pero también ha muerto uno de los psicoanalistas más brillantes de los últimos tiempos, un clínico como pocos, un maestro incomparable, un escritor implacable hasta su ultimísima carta… jugada sin ambages. Sus libros –en español, portugués, italiano, francés e inglés– dan prueba de ello. Esperamos leer su texto en respuesta a la invitación que le hiciera en 2021 el Museum Sigmund Freud de Viena en homenaje al fundador del psicoanálisis en Bergasse 19, y el de apertura de la sección en español del European Journal of Psychoanalysis (2022) “El psicoanálisis en lengua castellana” de pronta aparición así como ver recogidos en un libro póstumo sus innumerables escritos –inéditos– en varios idiomas… incluida su última carta del 7 de septiembre.
Todavía sorprendida, porque habíamos hablado el domingo y él decidió marcharse 72 hs. después, inicié mi duelo teniendo a la vista varias fotos y libros suyos. ¿Era posible deducir de su lectura ese último acto? Con la serenidad trasmitida no sin tristeza, escribo estas líneas apelando a las dedicatorias de sus libros, muchas trazadas a mano y otras en letra de imprenta. Recurro a los aforismos en el libro POR EL CAMINO DE FREUD. Capítulo 4. Aforismos sobre deudas y culpas (México: Siglo XXI, 2001). Uno de ellos dice:
“El fantasma de un día del juicio final en el que cada uno recibiría su merecido es el de acabar con la compulsión de repetición y hacer, después del justo balance, las paces con el Otro. Pero hasta que eso suceda… seguiremos calculando, contabilizando lo dado y lo recibido, encontrando que nunca estamos “a mano”. (pág. 48)
El fantasma del Juicio final fue insistentemente abordado por Néstor en sus libros, y quiero destacarlo ahora porque en su acto, en su partida es inevitable poner en la mesa ese fantasma en un posible intento de lograr hacer las paces con el Otro, aún cuando ni el balance puede ser justo, ni la paz con el Otro obtenida. Siempre quedarán incontables saldos y retazos de lo real,… imposible estar a mano.
La explicación (¿es necesaria?) de su decisión de la partida está en el texto aludido “(…) ceder el deseo, aquello que es lo único de lo que podríamos ser culpables. Lacan, a este respecto, es claro, pues no dice que uno se vaya a sentir culpable por ceder el deseo sino que uno va a ser culpable por haberlo cedido. Y ese es el Juicio Final: “¿Has actuado conforme al deseo que te habita?” (p. 50).
Lacan, en Seminario XI (17/5/64), alude al factor letal y, cuando refiere al vel de la alternativa lógica (conjunción disyuntiva no exclusiva), menciona la posible elección entre ¡la libertad o la muerte! Si se escoge la libertad entonces se tiene, también, la libertad de morir… la libertad de actuar conforme al deseo que nos habita, morir con dignidad. Tal como dice Néstor en su última carta: “manifestación suprema de la pulsión de vida, de inscripción indeleble de la libertad que nada sería sin la posibilidad de decir “hasta aquí”.
Pero la libertad de la que se trata, como afirma Lacan, es sólo espectro de libertad, ya que ese acto no libera de la deuda simbólica con el Otro, y es por eso que se juega en esa carta de elección sólo un avatar de libertad porque se juega en ello el deseo propio junto al deseo del Otro, que se acompaña con el interrogante ¿Puedes perderme? y su complemento ¿te hago falta? Pregunta inevitable, porque la función de la libertad se funda irremediablemente en una falta y una deuda, no es libre albedrío de hacer lo que se quiere, supone albergar la falta, la propia y la del Otro, ese Otro inconsistente que determina la libertad, incluso en su indeterminación.
Difícil hacer las paces con el deseo del Otro que siempre pide más; sin embargo, de la última carta jugada por Néstor, se colige el cuidado que tuvo por el deseo del Otro y los otros. Habló de su amor a la vida, a la ciudad que lo alojaba (Barcelona), a sus amigos, a la música, al arte… y de su suicidio meditado, decidido hacía tiempo, incruento.
Dice Lacan que el suicidio es, a veces, el único acto logrado, cuando se puede ejercer esa libertad con determinaciones e indeterminaciones. La partida de Néstor supone un no ceder el deseo y haber hecho un acto conforme al deseo que lo habita… perdón, que lo habitaba. Conforme a él, no había elección más que la tomada. En esa última carta que Néstor jugó, se jugó la vida en un acto y claro está, desde entonces nos hace falta, pero también nos causa.
¿Si lo lamentaría? Posiblemente. ¿Quién no lamentaría ya no poder escuchar Mozart, contemplar a Picasso, leer a Freud y continuar escribiendo sobre todo eso? Pero sin “eso” la vida no merece vivirse.
Los que lo conocimos en su intimidad, no podemos imaginar lo que un pronto futuro le deparaba, postrado en cama, semiperdido, intubado y su cuidador/a mirando una telenovela al lado. No quiso llegar hasta ahí. No deberíamos llegar hasta ahí.
Como escribió sobre la muerte de su primera esposa Frida Saal, también él tuvo “esa coherencia de vida, palabra y acción que (lo) distinguieron en todas partes, (…) esa cálida intransigencia que supo sostener frente a tantas tentaciones que pudo haber encontrado para apartarse del camino inquebrantable que se fijó”.
¿Qué hacer con el dolor que su ausencia provoca en los muchos que lo queríamos y respetábamos? Le dediqué con un A mi querido amigo Néstor Braunstein el texto que escribí en julio para la revista La Peste de Tebas. Él lo recibió con alegría pero redobló la apuesta de mi regalo para “el día del amigo”. Comentó cada parágrafo de ese trabajo, los corrigió, propuso ampliaciones novedosas e indicó preciosas sugerencias bibliográficas. Un don maravilloso que me deja el legado de reescribir ese texto con todas sus contribuciones. Será casi un texto escrito a cuatro manos. En la semana previa a su acto final leyó y comentó un texto de otro querido amigo mío que le mandé; es decir, fue hasta el final el Braunstein que conocíamos: escritor generoso, lector riguroso, culto… maestro al fin.
¿Homenajearlo? Sí, pero con lo que hubiera celebrado: ocuparnos de su obra, de sus enseñanzas, sus videoconferencias, libros, escritos dispersos por doquier, hermosas cartas comentando su y nuestro trabajo. Es lo único que aplacará nuestra orfandad: sostener sus palabras no sin críticas, esparcirlas, multiplicarlas, difundirlas. Que haya bochinche, debates, ruido de trabajo en cuanto a su obra, a su estilo. No pidamos nunca un minuto de silencio para homenajearle ni desear que descanse en paz, el mejor homenaje será que haya música y estridencia de trabajo, que su obra no tenga paz ni sosiego porque ¿no es lo que hacemos con el legado de Freud y Lacan?
Es la tarea que nos cabe como amigos, discípulos y herederos de su trabajo para evitar lo que Lacan llama en el Seminario VII, la “segunda muerte”: el olvido del muerto y su obra.
Si, como escribiera Freud a la princesa Marie Bonaparte en agosto de 1937, “Para el escritor, la inmortalidad significa (…) ser querido por cierto número de personas anónimas” y el amistoso recuerdo era la única inmortalidad que reconocía, el 7 de septiembre de 2022, es sólo un puerto más de los muchos que tocará la nave de su obra… la obra de Néstor Braunstein aún navega, aunque él nos falte, al tiempo que nos causa.
Dice Néstor en el prólogo a Por el camino de Freud:
“En lo personal, siento que los textos que van “por el camino de Freud” (…) son todos fragmentos de un solo libro que estoy escribiendo desde hace muchos años y que no tengo el apuro de acabar. Diría, con el consiguiente rubor, del Libro. ¿Cuál libro? Ese Libro futuro del que todos estos fragmentos no son más que el boceto o el prefacio, el Libro que no escribimos, el Libro que desciframos porque habita, desconocido, inédito, pulsionante, en el corazón (o en el inconsciente) de cada uno de nosotros, ese Libro del que somos los sujetos. El Libro que, página por página, se deshoja en un psicoanálisis y del que somos, más que autores, los testigos.
Todos los trabajos que integran este volumen han sido ya publicados; (…) Pero hay una razón de mayor peso para forzarlos a nacer de nuevo; al revisarlos, como es natural, encontré que ninguno de ellos me satisfacía plenamente, aun cuando siguiese estando de acuerdo con las tesis que en ellos se sostienen. Los corregí a todos. Me dediqué a reescribirlos, especialmente a iluminarlos mejor, a sustraerles lo que pudiesen tener de “lacanosos” para que se distinga mejor lo que hay en ellos de lacaniano, es decir, de claridoso.”
Así, un homenaje al amigo y maestro no puede ni debe ser sino ese Libro futuro: “Por el camino de Néstor Braunstein” que “escribiremos” los que deseamos recoger su legado. ¿Porque lo digo yo? No, porque lo dijo Néstor, entre otros lugares, en su conferencia en 2015 en Tucumán: “nuestra obra (se refería a Psicología, ideología y ciencia) sirvió como momento de inicio y su mayor mérito es que no frenó lo que debía seguir como su continuación”. La “continuación” es lo que ahora nos cabe porque –como dijo– “El paradigma cognitivo-conductual (…) se mantiene invariado e invariable: es el repudio del inconsciente, de lo no calculable, del sentido de los sueños y de los síntomas, de un método de investigación de la subjetividad que no es susceptible de cálculo y de integración a las computadoras: el método desarrollado por Freud y por Lacan”.
Invito, entonces, a suscribir el objetivo al que fue siempre fiel y que nos obsequió en esa oportunidad en Tucumán: “la vocación continúa y sin repetirnos ni arrepentirnos hemos sostenido la pasión de nuestros juveniles inicios: por el psicoanálisis y por la vinculación del psicoanálisis con la promoción del pensamiento crítico y de la justicia social que es su corolario”.
Cuando propongo el libro póstumo “Por el camino de Néstor Braunstein”, no insto sino a retomar el camino que nos enseñó hasta en la partida donde se jugó la última carta y dónde dejó estampado no sólo su amor a la vida, sino también su amor a la escritura y a la letra, donde el escritor implacable invita hasta el final a revisar el escrito nuevamente, antes de lanzar la última carta, que tiene significantes (título, contenido, fecha, destinatario) y signatura (última letra arrojada).
Mi homenaje es convocarlos a continuar esa pasión, a hacerla nuestra, tributo para quien ya nos falta aunque nos causa, al jugar en esa partida, su última carta con la que tuvo el coraje de entrar en la muerte con los ojos abiertos. –
*https://www.elsigma.com/columnas/sobre-el-adios-de-nestor-braunstein/14187
San Miguel de Tucumán, 30 de septiembre 2022
Marta Gerez Ambertín